Eran ellos, los diferentes. Ya sé que está mal decirlo, pero eran feos. De una fealdad fuera de lo común, una fealdad posiblemente debida a algún problema, físico o incluso psíquico. Ella, además, es bizca. Él, es ciego y no por casualidad. Es ciego, y por eso no sabe y no lo sabrá nunca cómo es ella por fuera. Pero conoce a la persona, de ella sabe que está allí cuando necesita ayuda para subir al bus, que es su mejor amiga, que es la chica que le hace caso y se sienta a su lado.
Ella, por su lado, sabe de él que es seguramente su única alternativa a la soledad. Alguien que la quiere por lo que es y no por cómo es físicamente. Y ella sabe, a diferencia de él, que todos los demás también lo saben, que están juntos porque, o es eso o nada. Él únicamente puede sospecharlo.
He pasado de largo sin detenerme, mientras allí seguía la gente señalando y riendo. Y me he preguntado hasta qué punto de crueldad llegamos los que nos creemos normales.
Por suerte Darwin se equivocaba, cada persona realizamos nuestra propia selección y ésta, por suerte, en todos los casos no se basa en los mismos parámetros. Las personas, al menos algunas, nos movemos por otros impulsos algo más profundos que una mirada bizca para relacionarnos y valorar a los demás.

-Me gusto!!!!
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