También podemos cagarla. Cagarla una y cien mil veces precisamente por la falta de experiencia o como casi siempre por culpa de una mala corazonada. Girar en cualquier calle y meternos en un atasco, o encontrarte de golpe con otros tres o cuatro taxis libres justamente delante. Esta puede ser la metáfora más exacta de lo que es nuestra vida.
O encontrar por fin a ese deseado usuaria/o después de tantas y tantas vueltas a otras tantas rotondas con el asiento de atrás vacío, y que al llegar a su destino te amenace con una navaja y te saque la recaudación de todo el puto día, o que por el contrario te bese antes de decirte (unilateralmente) que quiere pasar el resto de su vida contigo, si o si. Esta es la metáfora más exacta.
O también como no, pinchar una rueda delantera. O que te avise el testigo del aceite del motor.
O también podemos pasar del estoy libre al estoy ocupado en un abrir y cerrar de puertas. O transportar en el maletero algo sin saberlo, o empañar adrede (con tu miso aliento) el retrovisor, o cuando no nos queda más remedio dar marcha atrás, o ponerle carburante cuando toque. Esta es la metáfora más exacta.
Creo que en la justa medida todos somos taxistas porque necesitamos vivir medio muertos de miedo.

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