Los brackets son el alma misma de la belleza adulterada. Contemplar esa boca. Maravillosa. Labios despiertos. Comisuras que asemejan guiones de diálogos al inicio y al final de las frases, y cuando sonríe esos hoyuelos, como paréntesis sujetadores de tiempo (y fuera de estos, nada, la nada). Enfoqué mi vista hacia su boca rehuyendo el cruce de su mirada (soy un hombre adulto) y de repente, la calle, los coches, la gente, se evaporaron y yo, como un arquitecto, hice un estudio en dimensiones perfectas contenidos en continentes remotos y exóticos. Ella, por si acaso, mantuvo sus labios cerrados, pero ese justo y precioso hermetismo acentuaba aún más sus labios exuberantes e inflados por los brackets, como el que guarda un secreto bajo la almohada y esta se des-boca. Bonita palabra: des-boca.
Cavilaba en eso, por no hablar de la candidez que dan unos brackets a los treintaitantos, añadidos a unas pecas que son las salpicaduras del alma de niña. Pensaba en eso por no hablar de lo que representa su lengua inabordable y presa del miedo en esa cárcel de dientes traviesos que desean otra vida ordenada y perfecta. Besar unos labios esponjosos con brackets eso es enfrentarse a la ansiedad, abrir la boca suave y catar el metal, y sentirme un desplazado en la valla de Melilla, y su paraíso artificial, inventado y soñado al otro lado, mágico instante.
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