martes, 30 de agosto de 2011

Secretos

Esconder, no, mejor dicho, guardar un secreto. Como el que guarda una camiseta limpia o un pantalón recién planchado, o los 20 euros de escritura que se compran para pasar esas horas muertas leyendo.

Ocultarlo bajo llave, protegerlo de los fisgones y mimarlo, cerciorarse de vez en cuando de que sigue ahí, frágil como casi todos los secretos, sucio e indecente como todos.

Acunarlo, acariciarlo, madurarlo. Encontrar un cómplice o reencontrarlo, porque siempre hay uno, sonreírle, recordarle de vez en cuando que tú también lo sabes, o por lo menos que tú también te acuerdas, que tú callarás y no serás quien lo cuente. Crear un vínculo y que el secreto lo anude con fuerza. Perder el temor, no avergonzarse de él. Ser espléndido con ese secreto que te hace quedar por encima de los que no lo saben.

Tu secreto, tu sigilo distraído mientras recoges la ropa, tu sonrisa perdida mientras esperas al bus. Es tu secreto, y el suyo, nadie debe averiguarlo. Es vuestro. Guardarlo y protegerlo. Quererlo y anhelarlo con fuerza.

Pssss, seguro que tú, o tú, tenéis alguno.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Volviendo

He estado reposando unos 68 relatos más o menos. Algunos los he releído y otros los menos, pasados de mi cerebrito al ordeñador. Los imaginaba totalmente desnudos, carentes de ropaje literario y poco a poco los iba vistiendo, escrupulosamente, dándoles sentido, con esmero. Con las palabras adecuadas, con las sílabas justas. Para no sobrecargarlos. Y es que hace excesivo calor para ir con más ropa de la necesaria. Estas vacaciones me han pasado lentas y con mucha sorna. Un verano gandul en el que ahora toca trabajar.
Pero con poca ropa, eso sí.