miércoles, 22 de septiembre de 2010

Siempre positivo...

Mi desafío para hoy es que sea un buen día …. Como me gusta ponerme retos, qué le vamos a hacer…

Tengo miles (dramatizando) de cosas por las cuales podría hundirme en la miseria mas absoluta…. (auto) flagelarme y machacarme, pero resulta que NOMEDALAREALGANA, ya ves tú….

Así es que voy a pensar en aquella frase tan manida, SIEMPRE POSITIVO…..: (y pensando, pensando, pues me he dado cuenta de que hoy posiblemente puede ser un buen día, porque EL UNIVERSO, LOS DIOSES y SUS SEÑALES lo dicen así…amos, eso creo yo.

Las cosas positivas

1. El escote de hoy de la secrebuenorra del jefe…jueer

2. El tonteo de ayer en el gimnasio con la chica de los shorts y el top …. Madredelamorhermoso…Fue un supermegamomentazo que la verdad no sé si realmente ocurrió, creo que no, que solo fue producto de mis esfuerzos y el mono de la medicación, escenario: dos armarios (hombres depiladitos y moreno de UVA) camiseta de tirantes y una chica- ella- en medio de los dos, … la miro (no suelo hacerlo, palabrita del niño Jesús), me mira (esto tampoco suelen hacerlo), la miro, me mira, sonríe, sonrío, nos miramos… nos cruzamos con una sonrisa… yo sigo a lo mio (pá verme mataao), ella sale dirección sabe dios ande… ¿lavabos? ¿vestuarios? ¿piscina? ¿duchas?....mecagoensanblas

3. El momento exhibición,.. hoy me he levantado con supermotivación…. Me he arreglado “fatal para el mundomundial” y genial para mí, camisa blanca a cuadros azules (informal de Tomy, tuquetecrees) con pantalón tejano de gant y zapatillas G-star, amos, un cromo… me gusta vestirme como me da la gana, qué le voy a hacer, soy rebelde porque el mundo me ha hecho así…aa, y americana azul casi negra.

4. Hoy me voy a comer a casa… aunque tenga que hacerlo con las fieras…. Paso de cutresitios…

Que sí, que vale, puede parecer que no son ni grandes (ni) momentos pero solo son las 11:40 y son mis momentos, oyes….

(vaalens también podría contar los malos mini-momentos pero es que oyes, como que paso)

I want to believe..

martes, 21 de septiembre de 2010

Un día cualquiera

06:57:00

Ayer llegué cansado a casa, tampoco es que fuera tarde, pero el gimnasio después del gripazo es lo que tiene. ... son las siete y ya estoy "preparao" para ir a currar, incluso me ha sobrado tiempo para actualizar...una canción.

¡¡¡Just do it!!!

y de qué escribo hoy???

uhmmm....nuse

Ayer el día salió más o menos como lo tenía planeado.... tampoco es que fuera muy complicao... pues dejarse llevar y ya está...

En lugar de serie, tocó ver a Albert Om en casa de Buenafuente y cia. (ya te digo,... dejarse llevar)

Al mediodía fui a comer con alguien, porque fui totalmente incapaz de decirle a la nueva secrebuenorra del jefe que entre ella y mi soledad, elegía mi soledad...

Hoy no vendrá a currar... se ha pillao el día libre, así que gracias a los dioses no podré enterarme de la vida, obra y milagros de sus novios (así, en plural, no sé cuantos tiene... pero entre uno y cinco...madredelamorhermoso)

En fin... que como creo que estoy en este ciclo en que todo (o casi) lo que deseo se me cumple alotonto, hoy me tocará comer solo en casita (lo de cotillear ya lo veo más peliagudo, aunque... quién sabe?)

Bueno pues pallá que me voy al curro, en principio será como ayer pero sin aguantar a la secrebuenorra (jueer) y sus conquistas y con reunión de jefes al final para rematar la jornada...

Hoy me he despertado (hacía tiempo que no) con una gran sensación de ¿soledad?, así en genérico, soledad de la mala, frío en el cuerpo y recordando una mirada, esa forma de mirar... y cuando alguien me pregunta ¿qué quiero, busco o espero?, siempre digo aquello de, a ser posible y si los dioses proveen, treintañera, directora de lo que sea y balblalblbla.... pero realmente solo busco.... esa mirada (provocada o dirigida) por y para mí...

En fin... amos que nos vamos... que no está ni el día ni el patio para ponerse tontos.

Por respirar.



"Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.
Por confiar, por respirar serena y saber esperar.
Renacerás. Será un regalo de tu propia fe.
Tu propia cuna la que has de mecer cantando en la alborada.
Renacerás. Si no te empeñas en querer sufrir.
Precioso tiempo tu vida ha de ser, preciosa perla rara.
Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.
Por confiar, por respirar serena y saber esperar.
Hay un cielo ahí afuera
con sus planetas visibles colgando.

Hay un mundo visible
como un decorado de feria.
Y una montaña de vidas
que con respirar ya se conformaría.
Y el toro negro de Osborne recortado sobre el horizonte
es una sombra negra.
Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.
Por respirar, por respirar serena y saber esperar.

Como se cruzan las carreteras
para después volver a separarse,
se cruzaron tu vida y la mía;
dardos hacia la diana de nuestra lotería.
¿Por qué se cruzan las vidas que se tocan
y luego vuelven a separarse?
Un filón de suertes que se mezclan.
Alquimia en el laboratorio Kosmos del doctor Noestamossolos.
Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.
Por confiar, por respirar serena y saber esperar.
Renacerás. si no te empeñas en querer sufrir.
Precioso tiempo tu vida ha de ser, preciosa perla rara.
Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.
Por confiar, por respirar serena y saber esperar."

viernes, 17 de septiembre de 2010

Septiembre

A mediados de septiembre se añora la lluvia y el repiquetear de las gotas en los cristales como si de notas de piano se tratasen.

Sólo es tiempo. Sólo son pasos. Sólo es el final del verano. En este tiempo siempre hay demasiada gente en las calles, con similares aromas que parecen buscarse ocultándose con sonrisas de revista y conversaciones trasparentes. Sólo es de noche. Sólo se ocultan. Sólo engañan. Sólo es el final del verano.

Sin olas ni brisa de playa. Sin esas gotas que salpiquen.

Y la lluvia humedece el asfalto haciéndolo de cristal durante esos instantes. Mirando desde lo alto de mis zapatos me parece que esté caminado sobre el espejo del cielo, todo se refleja, todo menos el alma. Y me inhibo con los reflejos de los semáforos, en el semáforo de sus historias y desvelos sin más pretensión que a lo sumo, cambie a ámbar, solo por si decido no avanzar ni una calle más.

Y poco a poco va finalizando la cuenta atrás de los días, de los números cuya suma coincide con los pecados capitales.

Y después de esperar, decidiré nadar…. y nada.

Siempre es nada.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Regreso al futuro

Algunos amigos y conocidos me dicen que no debería ser tan exigente conmigo mismo, que debería darme más libertad, para ser capaz de fracasar, asumir que no soy irreductible y reconocer el error propio como parte de mi vida.

Lo sé, lo sé, intento convencerme, y me lo repito una y otra vez, pero como siempre, al final no consigo evitarlo. Pienso que podría haber hecho las cosas mejor, que me tendría que haber dado cuenta a tiempo de lo que estaba destinado a acabar mal, y haberle puesto freno a lo que irremediablemente se expandía sin siquiera tener la posibilidad de retorno.

Y al final como no puede ser de otra manera, y cuando menos lo esperas, los acontecimientos se precipitan, se agitan, dan giros inesperados y te atrapan. Y de poco o nada sirve culparse, porque siempre pasa lo que tiene que pasar, y yo, como que he dejado de pretender avanzarme al futuro.

Si realmente lo he conseguido o no, el tiempo y el universo lo dirá. Es una carga a veces algo inaguantable el querer controlar todos los aspectos de nuestra vida incluido el más aleatorio de todos, el futuro.

Y eso precisamente es algo que mucha gente se empeña en hacer, adelantarnos al futuro, planearlo y pronosticarlo todo... Sin darse cuenta que al volver cualquier esquina de nuestra vida descubres que la calle que hay al otro lado nada tiene que ver con lo que tú pensabas, y te quedas (te dejan) con el culo al aire...

Y ya sabes, si quieres hacer reír a los dioses, solo tienes que contarle tus planes...yatedigo.

martes, 14 de septiembre de 2010

Tendré que ir cambiando la perspectiva.

La otra tarde vi una película en la que se celebraba el cumpleaños de uno de los protagonistas. Escena, el típico pastel con velas, se lo ponen delante, con todas ellas encendidas y le propusieron que formulara un deseo, dijeron: “venga, pide un deseo”.

El homenajeado en cuestión, respira hondo y contesta: “pues no sé, es que todo lo que quiero ya lo tengo, así que creo que os voy a regalar el deseo”. La pantalla muestra cada uno de los rostros de sus amigos y amigas y se ve como estos cierran los ojos para formular el deseo como con más fuerza. Entonces sopla fuertemente y apaga todas las velas.

No, todavía no es mi cumpleaños, no, aunque ya no falta mucho. Ni tampoco es 31 de Diciembre, ese otro momento para plantearse deseos. Estamos en septiembre, el mes clave al final del verano en el que en lugar de plantearnos deseos nos proponemos nuevos objetivos, ya que normalmente es en otoño cuando suelen germinar, siempre y cuando haya buena temperatura y se acaben convirtiendo en logros.

Vuelvo a mis sueños, cosa que por un lado me atonta (ya lo sé) físicamente, uno ya tiene una edad, y por otro, me permite ensanchar la franja temporal que suelo dedicar a la escritura (poca) y a la lectura.

Nunca he tenido grandes deseos, suelo (creo) tener todo lo que quiero, bueno, para ser un poquito más exacto, acostumbro a querer solo lo que tengo y eso me hace un poquito feliz.

Un momento...pues no, realmente yo no tengo todo lo que quiero así dicho en mayúscula, pero seguro que si empiezo a mirar en los cajones, en la letra pequeñita... seguro que tengo mucho más de lo que me imaginaba.
Tendré que ir cambiando la perspectiva de la botella.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Botellitas de perfume.

Siempre he tenido una obsesión por las botellitas de perfume y por los olores. Mientras leía el post anterior me ha venido a la memoria un pasaje impresionante de una obra literaria igualmente extraordinaria.
Os la resumo:
"Una noche oyó un sonido como de campanillas agitadas por el viento en el aire y, cuando, al cabo de un rato, cesó, se quedó dormido con el anhelo de volver a oír ese sonido, como el de la garganta de un ave, tal vez fuera un flamenco, o de un zorro del desierto que uno de los hombres llevaba en un bolsillo —medio cerrado por una costura— de su albornoz.


El día siguiente, volvió a oír retazos de aquel sonido cristalino, mientras yacía una vez más cubierto con tela, un sonido procedente de la oscuridad, de su oscuridad. Al atardecer, le quitaron el fieltro y pudo ver la cabeza de un hombre que asomaba por encima de una mesa y que avanzaba hacia él, después comprendió que el hombre cargaba con un pesado yugo gigantesco del que colgaban centenares de botellitas de diferentes tamaños y colores, sujetas con cuerdas y alambres. El hombre se movía como si formara parte de una cortina de cristal, con su cuerpo en el centro de esa esfera.


La figura se parecía enteramente a los dibujos de arcángeles que de pequeño había intentado copiar en la escuela, sin lograr entender nunca cómo un cuerpo podía dar cabida a los músculos de semejantes alas. El hombre daba pasos lentos, pero tan ágiles, que las botellitas apenas se inclinaban. Una ola de cristal, un arcángel, todos los ungüentos de las botellas se iban caldeando al sol, por lo que, cuando tocaban la piel, parecían haber sido calentados a propósito para aplicarlos a una herida. Tras él, aparecía una luz tamizada: azules y otros colores que titilaban en la neblina y la arena. El tenue sonido del cristal, los diversos colores, su majestuoso paso y su rostro parecido a un cañón fino y oscuro.


De cerca, el cristal era basto y estaba rayado por la arena de los desiertos, un cristal que había perdido todo su lustre. Cada botella tenía un diminuto corcho que el hombre sacaba y sostenía entre los dientes, mientras mezclaba el contenido de una botella con el de otra, y cuyo corcho también mantenía con los dientes. Se situó con sus alas cristalinas por encima del cuerpo, hundió dos palos profundamente en la arena y después se separó del yugo de dos metros, que ahora se balanceaba entre los dos soportes. Salió de debajo de su tenderete. Se dejó caer sobre sus rodillas, se acercó al hombre, le colocó sus frías manos en el cuello y las mantuvo en él.


Era conocido por todos los que hacían la ruta de camellos del Sudán septentrional a Giza, la de los Cuarenta Días. Iba al encuentro de las caravanas, vendía especias y líquidos y se desplazaba entre oasis y campamentos con agua. Caminaba por entre tormentas de arena con aquella cota de botellas y los oídos taponados con otros dos corchitos, por lo que parecía —aquel doctor mercader, aquel rey de óleos, perfumes y panaceas, aquel bautista— un recipiente, a su vez. Entraba en un campamento e instalaba la cortina de botellas ante quien estuviera enfermo.


Se acuclilló junto al hombre. Formó un cáliz de piel con las plantas de sus pies y se echó hacia atrás para coger, sin mirar siquiera, algunas botellas. Al descorcharlas, de cada una de ellas emanaba perfume, un aroma de mar, olor a herrumbre, índigo, tinta, lodo de río, viburno, formaldehido, parafina, éter: una caótica marea de aires. A lo lejos se oían los chillidos que lanzaban los camellos al percibir las fragancias. ……."



miércoles, 8 de septiembre de 2010

Diseccionandome.

Cuando era pequeño discutía frecuentemente y mucho con mis padres. La cosa siempre empezaba suavemente, suave, amos, y poco a poco me iba irritando hasta terminar completamente fuera de mí, gritando cualquier estupidez y claro, llorando a moco tendido. Mi psico me dijo años después que las personas como yo solemos ser así, fuera de casa encantadores y de puertas pa dentro unos "estar por civilizar", y eso es así porque fuera nos reprimimos y dentro lo sacamos todo, todo, todo.

Pues el caso es que como todas las madres, la mía aprendió a controlar lo asilvestrado de mi incipiente personalidad, y cuando veía que me subía por las paredes, o que empezaba a descontrolarme y ser capaz de entablar una guerra simplemente porque no me gustaba la comida, me mandaba al cuarto de baño pequeño (porque teníamos dos, el grande y el pequeñito con su espejo con repisas, donde ponía mis colonias, el lavabo y la taza del water). Y allí que me iba yo, todo enfurruñao, y en ese momento empezaba el espectáculo.

Me miraba fijamente en el espejo. Miraba mis ojos húmedos, la forma de las lágrimas, el camino que recorrían por las mejillas hasta que caían en el lavabo. Recuerdo que apretujaba los ojos para que brotaran más, y más lágrimas, porque aunque se me iba pasando el arrebato quería seguir llorando porque me encantaba ver cómo se me aclaraba el color gris de mis ojos, cómo se hacia una balsa que empañaba mi imagen en el espejo y cómo al final la lágrima se precipitaba por el lacrimal hasta caer, buumm, a cámara lenta, como si eso fuera en ese instante lo más importante que podía pasar en el mundo. Juer, me he visto llorar tantas veces que incluso ahora podría dibujar con más o menos nitidez mi cara de niñolloron reflejada en el espejo después de una de esas rabietas.

Indudablemente, mirar con aquella delicadeza el proceso de mi emoción aplacaba a la fierecilla que habitaba en mí, entonces esperaba a tener los ojos secos del todo para dedicarme a coger una por una todas las botellas de colonias que había en las estanterías para olerlas y empaparme con ellas mano, cuello, cara y pelo. Mi preferida era una que me habían regalado, no recuerdo el nombre, su olor me apasionaba porque era penetrante y tenía aroma a madera, y siempre me la dejaba para el final. Otra cosa que prioricé sobre los olores, fue el diseño de sus envases. Me las ponía para hacer tiempo, por distraerme, por ver mi cara cuando la mezcla me parecía muy fuerte, o agradable, y verme iluminado cuando llegaba el gran momento de la fragancia final, la mía, mi colooonia. En ese momento estudiaba mi boca entreabierta, mis labios, como cambiaba mi expresión, para ver lo que pasaba o qué era exactamente lo que los demás veían cuando me miraban.

Cuando acababa todo ese proceso (había veces que me pasaba horas y horas) sacaba la cabeza por la puerta y solicitaba permiso para salir. Recuerdo a mi madre preguntándome si ya tenía bastante, si me había tranquilizado y si no tenía nada que decir, claro y a mí diciendo que sí y que perdón. Y así era casi cada día.

Desde aquello ha pasado mucho tiempo, pero aun hoy hay algo que sigo haciendo. Cuando lloro, cuando me enrabio, cuando ya no puedo más, me planto delante del espejo y me observo. Me estudio y me disecciono mientras me caen aquellas lágrimas y, sin ningún tipo de ánimo de auto compadecerme, me doy una pausa y me indulto. Porque sigo viendo, reflejado en el espejo, al niño que se recluía en el cuarto de baño pequeño, cuando no entendía el mundo que le rodeaba.


viernes, 3 de septiembre de 2010

Como cambian los tiempos.

No me preguntéis a que viene, pero lo cierto es que me ha venido un flash de mis vacaciones, más concretamente el de un día cualquiera en una playa cualquiera cerca del Cabo da Roca en Portugal.

Mediados de agosto. Empieza la tarde en la playa. A unos metros de mí, unos jovencitos juegan a la pelota, y como no, exhibición de músculos y posturitas varias incluidas. Otros diez o quince metros más allá, otras tantas jovencitas, entre juegos y risas, intentan quitarse las unas a las otras la parte superior de sus bikinis.

Ellos, dejan la pelota y empiezan a dar saltitos y hacer piruetas y equilibrios; rivalizan por ver quién tiene más aguante haciendo el pino. Ellas, se meten en el agua (una de ellas, la más atrevida ha estado en topless durante unos instantes, juventud divino tesoro, pero de seguida ha vuelto a sus dos piezas). Allí siguen con nuevos escarceos para mediodesnudarse. Intermitentemente se muestran, se exhiben.

Los chicos siguen con sus tonterías, piruetas van y vienen. Las chicas por fin salen del agua y se tumban a tomar el sol.
Al final me doy cuenta que durante todo el ritual no han intercambiado ni una sola palabra de acercamiento o una mirada de complicidad. Cada grupo, se ha mantenido ajeno al otro. Pasan las horas y al final se marchan, cada cual por su lado.

Seguramente, (amos, estoy seguro), tal vez, unas cuantas horas más tarde, estén chateando entre ellos en el feisbuk, el mesenyer o tuentis.

No, no me extrañaría.

En mi caso, y con sus años les habría tirado los tejos a las tres y seguramente me habría enamorado irremisiblemente de aquella que me hubiera “acalabazao” con la mayor contundencia.

Los tiempos cambian? Umm, no.

Lo que cambian son las personas, la historia, por que el tiempo es el mismo.

A mí, ahora, tonteriaslasjustas…ya con estos pocos pelos que me quedan, el ojo tuerto tapado con un parche de cuero negro, y una pata de palo que va dejando agujeros en la arena; pero a pesar de todas esas circunstancias que me rodean , a pesar de ser pirata y gozar de esa mala reputación, los tejos se los hubiera lanzado, ya te digo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

En la carretera.

Una autovía, eso es la vida. Nacemos, vas acelerando y cuando llegas al final, sales. Eso sí, con más o menos ruido, eso también depende de otras cosas, de muchas cosas. He conocido a gente que pretendían hacer mucho estruendo, se revolucionaban simplemente con acariciar su acelerador.

Gente que salía los martes o miércoles de fiesta para no tener que hacer lo mismo que hacían los demás. Gente que se apuntalaban solos en la barra de un bar y bebían hasta creer ver el alma que se oculta en las cosas. Más tarde te lo contaban como si tal cosa.

Recuerdo que entonces los veía como si fueran una especie de mesías, y también miraba otros objetos como si yo, desdichado de mí, fuera a ver lo mismo que ellos. Incluso alguno decían que la mayoría de nosotros no éramos más que actores mediocres que seguíamos un mismo guión, y nos llamaban pobres infelices a los que seguíamos el mismo patrón desfasado, cortado por el mismo sastre.

Yo empecé a mirarme y comencé a verme cada día un poco más anacrónico. Por eso no bebía, por eso no fumaba, por eso tampoco tonteé con muchas cosas. Aspiraba a ver el final del túnel, ser de esos tipos que son especiales, que ven más allá de la intrínseca belleza que me rodea. Ni qué decir tengo que no lo conseguí, mi empanada mental era excesiva para …., y acabé por dejar de verle.

Pasan los meses y años y este traje que es mi piel cada vez se adapta más a lo que yo espero que sea, me siento bien dentro de él. Pongo carburante a mi vehículo y entro en la autovía sabiendo que puedo acelerar hasta que a mí me dé la gana y parar cuando me convenga.

Ahora muy de vez en cuando no es difícil encontrarse con alguna/o en el mundo virtual o real. Unos con pareja, hijos, casa con piscina y trabajo estable. Otros perdidos con otras almas nocivas en paraísos que otros dejaron atrás, deseando ser como personajes de novela, sin darse cuenta que esos trajes ya están inventados en los manuales de una determinada generación.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Todo huele a ella

Hace poco que he llegado a casa.
He venido conduciendo con las ventanillas abiertas porque me encanta oler esta citi.
Parecerá una bobada pero cuando no estoy por aquí, la echo de menos.
Sobre todo, ese olor de BCN en verano.

Y me encanta esta ciudad que nunca duerme.Puedo dar fe de ello, porque estos días de vacaciones más bien he dormido poco y cuando bajaba a la citi todo estaba lleno de gente.

Han sido días de compras , de tapas, copas. La Rambla (las dos), Gran Vía, Puerta Ferrisa, El Port...etc.
Terrazas al aire libre, algún dolor de pies, una ligera brisa de madrugada que despista, cenas, algún taxi, copas, resacas, paseos, …etc.
Y gente, un montón de gente. Amigos, conocidos y desconocidos con los que fijo, que nunca volveré a cruzarme.

Acabo de llegar a casa. Tal vez porque no he bebido distingo mejor todo lo que me rodea.
Me voy a tomar una copa en la terraza. En esa terraza que nunca podré sustituir por otra porque siempre ha sido la mía. La terraza en la que miles de veces he pensado sobre mi vida, sobre esas decisiones importantes. Al fondo, Collserola, más cerca y al Norte la Mola, un poquito más para allá Montserrat y casi aquí tocando la Autónoma.

A la izquierda distingo los cuatro cipreses de Can Oriol. De frente, un parque y como fondo, los grillos.
En mi nariz ese olor, el olor a ella, un perfume que no es el mío, pero sobre todo huele a ella a BCN. A ese olor que tanto me gusta.

Amanece. Y yo me voy a la cama. Con este enorme placer de saber que mañana no toca currar, y que no necesito el despertador.Estoy cansado, es lo que tiene tanto salir, pasa factura, pero tengo estos momentos, cuando desde mi terraza veo mi ciudad dormida, cuando el aire fresco entra y llena mi nariz, cuando tampoco me canso de mirar las luces de esta ciudad que si duerme...entonces sé que me da igual donde esté, la citi es ésa ciudad a la que siempre querré volver.