lunes, 24 de noviembre de 2014

Asiduidad

Toda relación es asiduidad. La asiduidad con la que hacemos las cosas juntos o con la que no hacemos nada por separado. La asiduidad con la que nos vemos y nos dejamos ver. La asiduidad con la que nos echamos de menos. Con la que estamos de más. Con la que sentimos. Con la asiduidad que nos reímos o con la que también lloramos. La asiduidad de nuestros planes. La de nuestros recuerdos. La periodicidad de las malditas discusiones y de las benditas reconciliaciones. Asiduidad y más asiduidad. Con la que nos acostamos. Con la que nos abrimos los ojos, la cabeza y el corazón. Asiduidad con la que nos apartamos estando juntos y con la que nos unimos desde la distancia. Con qué facilidad se olvida uno de la asiduidad con la que hacemos las cosas. Qué rápido se nos consumen y se vuelven rutinas. Y con qué facilidad olvidamos que si no hay asiduidad, ni relación ni nada, puede que aún seamos, pero desde luego ya no se está.
El hábito es esa asiduidad que nos gusta. Y el vicio es la que nos hace daño. Cuántas relaciones que son hábito las conservamos sencillamente por vicio. Y cuántos vicios usuales terminan siendo un simple problema relacional.
Mi gran asiduidad por importancia fue, es,  y siempre lo será el error. Hace poco le dije a un amigo a quien aprecio mucho, Andrés, en esta vida descubrirás elementalmente a dos tipos de personas: a la mala gente y a los torpes. No hay término medio, o andas a mala fe, o probablemente serás de los que se equivoquen. Eso sí, asiduamente, sí. Por eso, hablar de asiduidades es hablar de alteraciones, de los errores y las meteduras de pata. Dos y hasta tres veces en la misma piedra.
Si lo extrapolamos a un plano, una piedra es igual a un punto, dos ya marcan una línea y por tanto una dirección en el espacio, y a partir de tres puntos ya definen un plano. Una asiduidad. Y todo lo que se salga de este plano, es lo que terminamos llamando erróneamente error.
Una relación es asiduidad. Si cambio esa asiduidad estoy cambiando la relación. Mejor aún, si cuido mucho mi asiduidad estoy cuidando nuestra relación.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Bailas conmigo?

Últimamente he vuelto a sentir que el tiempo se me escapa de entre los dedos.

Que ahora casi no recuerdo hacer cosas que antes sabía hacer. Y seguirán quedando en mi lista de pendientes, las que nunca he sabido hacer.

Y seguramente no seré el único que me sienta de esta manera, porque tenemos la absurda creencia que vivimos cómodamente, cuando en realidad, malgastamos nuestras energías en correr. Pura y llanamente. Correr para no perder el bus,  no llegar tarde, acabar antes y para tener más tiempo. Y este, el tiempo, cuando llega, lo tenemos tan mal educado que continúa corriendo. Para no perder el yo qué sé qué.

Esperando y disfrutando de ese tiempo me encontraba cuando en una cafetería y en medio de un café, y como si ella no tuviera problema alguno para adivinar el pensamiento, una madre se dirigió a su hija: “Olga hija, en esta vida hay tiempo para todo”.

Y es cierto: nuestra vida da para muchas cosas.

Y sin embargo no sé para cuáles, sí sé que siempre van unas detrás de otras.

Nacemos y morimos. Equivocarme. Aprender y desaprender. Escribir un blog, como yo. Viajar. Enamorarte y quedarte en el intento. Destacar o ser etéreo. Que todos te elogien o que nadie sepa que existo. Querer y ser querido. Soñar despierto y despertar, a la vida. Hacer y pedir favores. Caer y levantarte. Estar jodido. Llorar de alegría y de pena. Sonreír, reír y soltar carcajadas. Decirte te quiero. Hacer lo que digo. Decir lo que pienso.

Puesto que somos personas predestinadas a cruzarnos, algunas veces, chocamos los unos con las otras por el camino durante un lapso de tiempo indefinido. Y eso es lo único que tenemos, lo que nos hace especiales en relación a las otras especies. Aunque unas veces nos parezca poco y en otras se nos haga eterno. Así que hay que aprovecharlo.

Que ahora no tengamos lo que anhelamos no significa que no vayamos a tenerlo nunca. Significa que hay que esperar, pero no sentados y sí así fuera sólo para volver a levantarnos.

Y lo cierto es que hay tiempo.

Hay tiempo para arrepentirnos, para retomar y para dejar y dejarte ir. De mudanzas enteras, tanto de piel como de ciudad. De hacer lo que nunca hemos hecho, hacer lo que antes no queríamos. De cambiar de opinión. De saltar.

Hay tiempo para rebelarse, de cabrearse, de querer mandarlo todo a la mierda, y mandarlo, irremisiblemente.

A menudo, nos ofuscamos con algo o alguien, sin darnos cuenta de que nada permanece como hace 60 segundos. Todo cambia, por mucho que nos enganchemos a ello. Y por esa misma regla, lo que nos entretiene en este preciso momento no dice mucho más de nosotros que lo que pasara hace uno, dos o más años o lo que pasará dentro de diez. Lo que estoy haciendo ahora no define quién soy, solo mi camino. Porque todo camino empieza con un paso y acaba con otro.

De lo que no hay tiempo, y no nos damos o no queremos darnos cuenta, es de desandar lo andado. De deshacer las palabras dichas. De desconocer (que no olvidar) a las personas que conocimos. De tornar a aquel lugar al que nunca fuimos. De no vivir todo lo que vivimos.

Es que hay cosas que irremediablemente se acaban. Tal vez porque nunca debieron empezar, tal vez porque tenían fecha de caducidad. Hay personas que están destinadas a no quedarse en nuestras vidas, solo a enseñarnos el valor que tiene su partida, las cosas que no queremos ser ni tener o las cosas que habremos de inventar para siempre cuando estas  ya no estén.

Por todo lo expuesto, me gusta imaginar que la vida es bailar nuestra propia canción entre toda la gente que intenta bailar la suya propia.

¿Bailas conmigo?


lunes, 17 de noviembre de 2014

La importancia de ser el primero

Acaso habéis olvidado a vuestro primer amor, el primer beso, tu primer deseo. Hay cosas que permanecen de por vida y son inalterables al tiempo. Un segundo, un sueño, un deseo pueden cambiar tu vida para siempre…

El primer amor -qué pena!- la mayoría se dejan por imposibles, querer hasta las trancas es horrible, duele, duele en las profundidades del alma y inutiliza todo raciocinio, todo lo haces espantosamente mal porque te transformas en egoísta, déspota… con el tiempo todas las peores cualidades del ser humano florecen en éste tipo de amores, el que no controlas, el que se destila, el que duele hasta en la mirada del otro porque en sus ojos se reflejan las profundidades de tu alma, te cautiva y no te da lugar a la reflexión, lo das todo por él, y comienzas a pensar que tu vida no tiene más sentido sin su cercanía y si ese amor es compartido y mutuo, adiós!, es una cárcel en la que ingresas voluntariamente y que ni buscas ni encuentras, ni quieres saber nada de la llave.

Lo cierto es que amar así es algo único, vivirlo es lo máximo y pocos son los elegidos… quizás solo por eso valga la pena experimentarlo porque solo pasa pocas o una sola vez en nuestras vidas!
Cuidado! no confundir con la atracción que se siente tipo Ramiro y Sira en El tiempo entre costuras, por ponerlo fácil y reciente… porque eso es otra cosa!, es atracción incontrolable de sexos, que también existe, sublime mientras dura pero que no deja huella y si acaso rencor, mucho rencor.

Shakespeare sí lo profundizó en varias de sus obras, la leyenda de Tristán e Isolda, o la película El diario de Noa… Bécquer el eternamente enamorado de Julia Espín… en fin, en verdad es tocar el cielo con la punta de los dedos pero a la vez tan destructivo por lo que absolutamente es incompatible con ésta sociedad y en los escasos momentos de reflexión sabemos que tenemos que dejarlo, cortar con semejantes amarres si queremos vivir un poquito en una sociedad como la nuestra, que realmente no conduce a ninguna parte, puesto que el camino al nacer solo viene con una única condena de muerte implícita y ni eso podemos imaginarnos ni para ella, ni para él.

Que afloren o exploten todo ese conjunto de pasiones que escondemos nunca está libre de riesgos, así de ese modo no se puede, no se debe vivir, por eso tiramos de nuestra sensatez, y abandonamos, y escogemos un buen amigo, mejor compañero, alguien que te dé un amor tranquilo, para formar un hogar, acompañarlo de unos hijos y un viajero, muy como tú… para no tener que vivir siempre al borde del precipicio.
Ay!!!  el amor, grande y verdadero.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Besos metálicos

Los brackets son el alma misma de la belleza adulterada. Contemplar esa boca. Maravillosa. Labios despiertos. Comisuras que asemejan guiones de diálogos al inicio y al final de las frases, y cuando sonríe esos hoyuelos, como paréntesis sujetadores de tiempo (y fuera de estos, nada, la nada). Enfoqué mi  vista hacia su boca rehuyendo el cruce de su mirada (soy un hombre adulto) y de repente, la calle, los coches, la gente, se evaporaron y yo, como un arquitecto, hice un estudio en dimensiones perfectas contenidos en continentes remotos y exóticos. Ella, por si acaso, mantuvo sus labios cerrados, pero ese justo y precioso hermetismo acentuaba aún más sus labios exuberantes e inflados por los brackets, como el que guarda un secreto bajo la almohada y esta se des-boca. Bonita palabra: des-boca.

Cavilaba en eso, por no hablar de la candidez  que dan unos brackets a los treintaitantos, añadidos a unas pecas que son las salpicaduras del alma de  niña. Pensaba en eso por no hablar de lo que representa su lengua inabordable y presa del miedo en esa cárcel de dientes traviesos que desean otra vida ordenada y perfecta. Besar unos labios esponjosos con brackets eso es enfrentarse a la ansiedad, abrir la boca suave y catar el metal, y sentirme un desplazado en la valla  de Melilla, y su paraíso artificial, inventado y soñado al otro lado, mágico instante. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Besos i-reales

Besar y ser besado es confiar en esos otros labios, saber que serán o serás bien recibido, usados como crees que se merecen: la otra boca no morderá tu boca, y si lo hace, será intencionadamente y con tacto. Besar es pelear por las ganas del otro, aclarar sus dudas con la punta de tu lengua, o dejarte llevar como en un baile. Hay un idioma no verbal, un pacto tácito surgido de cada contexto: el lavabo de un pabellón, un semáforo en ámbar, el ascensor de un hotel o un fotomatón insinúan besos urgentes, inaplazables. Un beso en la cola del cine te indica eh, estoy aquí contigo, juntos, y quiero que seamos solo uno dentro de unos instantes. Luego está  el beso puro y civil ante el juez: te regalo mis labios para el resto de tus días.

Pero también los hay desesperados, eléctricos cuya factura indefectiblemente acabaremos pagando. Y besos que encubren mentiras, de labios tensos y ojos cerrados, como si cerrándolos silenciaras las voces internas. Y besos de culpa. Y de perdón. Y de socorro. Y de no saber qué coño haces con tus labios.

Especiales son esos besos de labios mullidos y abultados por brackets, que merecen un post aparte.

Besos imaginarios. Aquellos que te mueres por dar pero no puedes, o simplemente no debes. Labios encuadrados en el retrovisor de tu vida que no son ni serán jamás nada tuyo y se irán, y te quedarás con esa imagen esculpida en la memoria del tacto de tus labios.

Si bien a veces es mejor solo imaginarlos. Ya que yo no sé besar.

martes, 4 de noviembre de 2014

No es lo que tengo, es lo que soy

Madre mía,  como para llevarme la contraria…!!!
Cuando no se conjugan espacio, lugar y tiempo invocamos el “no pudo ser” y la intensidad de lo que sentimos entra en coma profundo, pero ahí sigue. A la espera. Ese será su lastre. El que le acompañe allá a dónde vaya y le haga sentir a medias, cientos, miles de las cosas que viva. Sólo podrá -si es que puede- desprenderse de mí y tratar de vivir de otra forma. Mientras tanto, seguirá en esa búsqueda interminable.
Mejor que no vuelva, porque te das cuenta de que la habías idealizado y que ya no huele igual, ni ríe igual, ni otras cosas igual y lo que antes era un Casio ahora es un Viceroy porque como dice el anuncio, no es lo que tengo, sino lo que soy.
Hasta ahora sólo he ido encontrando parches para “seguir tirando”, algún día encontraré -puede que ya la haya encontrado- a esa mujer real, presente, que me desmonte con solo mirarme y no al contrario, a la que amarrarme puede que para siempre. He aprendido de lo vivido con….y con….también con.…y sobre todo con…. para ser feliz yo mis ángeles de la guarda y mis musas.
Ojalá qué la espera y la búsqueda os compense a todos los que os haya pasado lo mismo y que por aquí me leéis, por lo soñado, sufrido, esperado, desesperado y vuelta a empezar.
Después de este post……..¿alguien me hace un seguro de vida?

lunes, 3 de noviembre de 2014

La isla o el tesoro.

Vale estas jodida, pero quien no lo está, con algún que otro trauma o lo que tú quieras. De acuerdo no merecí pasar tu psicotécnico vital, que mentí en lo de la edad y me niego a llevar gafas porque quiero verlo todo como lo ven mis ojos (si la vida es borrosa, por algo será). 

Ya sé que no encajo, o mejor dicho no convengo en tu mundo exacto, que todos son buitres y yo un halcón viejo que cojea, que me aburres con tus reproches y me aburren tus martes y jueves y me aburre tu numerito de después, porque a ti te aburren. Pero yo estoy vivo y escribo. Lo demás me importa un carajo, me la suda, ya ves.
Una vez me preguntaste qué tres cosas me llevaría a una isla desierta. No lo dudé ni un segundo: mi coche, papel para el resto de mis días y un pallet repleto de bolis. No razonabas para qué coño quería llevarme el coche a la isla desierta. La contestación es obvia. Para follarme a mis musas en el asiento de atrás y escribir sobre ellas, te dije.
No cabía duda que aquella era una pregunta trampa. Tenías la ilusión de que te incluyera en mi lista para empezar de cero en tu entorno virgen: solos, tú y yo. Pero contigo también vendría el virus de tu pasado, las huellas de todos tus miedos y traumas. Y eso no te gustaba.
Cuando te ofrecen empezar de cero, es mejor no llevar testigos, por si te da por  mentir.
Y me acordé de una cita que dice más o menos: “Lo que importa es la isla, y no el tesoro”. Solo en la isla, sin nadie alrededor, sin traumas, sin ansiedad, sin malos rollos. Porque la gente suele ser el reflejo chungo de su alma.

¿Serías capaz de aguantarte en una isla desierta?