domingo, 14 de diciembre de 2014

Reconocer que soy tontito

Lo confieso, ahora mismo no tengo problemas. Y los problemas que he tenido a lo largo de mi vida, que reconozco han sido muchos aunque todos solucionables, me los he buscado yo solito. De acuerdo que nunca he estado enfermo. Que las féminas se han portado mejor de lo que merezco. Que nunca me ha faltado el curro (quiera dios que no ocurra) y por lo tanto dinero para ir tirando. Eso sí, sin ambiciones. Por eso admito que no soy nada objetivo cuando escucho a la gente soltarme sus dramas. Es cierto que algunos, parecen haber tenido muy mala suerte en esta vida (accidentes, enfermedades, desempleo, parejas que salieron rana, amantes infieles), y en esos casos mejor no meterse: sólo escuchar y en alguno ofrecer el hombro. Pero también los hay que  parece que han nacido al calor del barro y eso en cierto modo les “pone”, meterse en líos. Me explico, si te gastas tu subsidio de lo que sea en el póker online, es normal que luego tengas problemas. Si eres de los que tiene la mano suelta y a la mínima te lías a hostias, normal que acabes amontonando citaciones y sentencias judiciales. Si no eres capaz de controlar cuando bebes, será normal que termines liando la de dios. Si tiendes a la depresión o a la ansiedad y no las tratas (hay pastillitas prodigiosas) lo normal es que tu problema se agrave y por ende, acabes arrastrando a tu entorno. Acción-reacción o efecto dominó, se llama.
Lo que me llama la atención es que nadie cree reconocer su parte de culpa. Extraño es el caso de algún conocido que me acabe admitiendo que realmente la cagó él solito, sin que nadie le ayudara. Siempre es culpa de terceros, la empresa, de la pareja, del banco, de hacienda, de tu amante infiel, de un Mosso cabrón o del portero de la disco de turno. Y claro, así es imposible dejar atrás los problemas y no empeorarlos como una bola de nieve cuesta abajo. Totalmente imposible, diría yo.
Yo conseguí escapar de los míos, mis problemas, reconociendo que soy un poco imbécil, gilipollas, vamos. No hay nada de malo en ello. Es más, admitir que soy tontito me salvó la vida, física y emocionalmente. Así que pensarlo. Tú puede que, tal vez también lo seas.

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