lunes, 29 de mayo de 2017

El que escribe no es escritor

Escritor no es meramente alguien que escribe. Ni de lejos. Ni de coña. Porque todos escribimos.

De hecho, ahora escribimos (y leemos) más que nunca, o al menos contamos con más herramientas que nunca para escribir: Facebook, Twitter, webs y chats para follar, para encontrar el amor de tu puta vida, Whatsapp…

Antes nos pensábamos muy mucho (o no) cada SMS (a 0,15 céntimos) que tiempos y ahora ya lo ves, comentamos desde lo poco que nos gustan los lunes, hasta la última ocurrencia del graciosillo de turno.

Opinamos por escrito acerca de todo, y no por eso somos escritores.

Ser escritor es, en fin, otra cosa. Y no hablo de prolongación (los tuiteros más prolijos escriben el equivalente en caracteres a varias novelas); hablo de sentir, de sufrir cada palabra.

Hablo de crear.

Hablo de experimentar con el lenguaje.

Hablo de sorprenderte a ti mismo escarbando dentro y a tientas.

Hablo de mimar lo que escribes como si fuera un hijo.

Hablo de darle un sentido global e intransferible a tu modo de construir frases.

Hablo de la necesidad de escupir palabras y después limarlas para que encajen.

Hablo de buscar intenciones, de agredir conciencias y despertar instintos sin siquiera tocar al lector.

Hablo de un amor más íntimo que cualquier amor carnal conocido.

Hablo de amanecer pensando en esto y de comer pensando en esto.

Hablo de no poder dormir pensando en esto.

Hablo de sentirte el más infeliz de los hombres mientras buscas la palabra adecuada.

Hablo de ser el hombre más feliz del mundo cuando la encuentras.

Y no es grato la mayoría de las veces

Yo solo sé que soy un contenedor de letras, frases, narraciones, monólogos, refranes, que viven y pululan a su libre albedrío dentro de mí, que apenas ven que me sitúo ante un teclado o una pantalla táctil vuelan como locas a ponerse en fila india.

Aunque unas son más listas que otras y se entrecruzan y entremezclan, otras se cuelan.

Luego llega el jolgorio, el enfado y hasta llegan a las manos, cuesta poner orden, sí señor, pero cuando lo consigues te proporcionan una gran “petit mort”…
Al revés si te resistes, parecen podemitas, en plena manifestación, y son tal los acufenos que lían en tu cabecita que más vale que les des rienda suelta, pues para ellas no eres más que el contenedor…

Luego cuándo la obra ya está hecha surge el otro problema: son exhibicionistas, necesitan que las miren y las lean cuantos más mejor… he ahí  como cada gran escritor ha sido un grandioso malhumorado hijo de puta y cascarrabias.

Pero siempre, siempre hay que saber diferenciar, realidad de ficción y no todo el mundo sabe hacerlo.

Quién teme a quién …¿?

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