lunes, 3 de noviembre de 2014

La isla o el tesoro.

Vale estas jodida, pero quien no lo está, con algún que otro trauma o lo que tú quieras. De acuerdo no merecí pasar tu psicotécnico vital, que mentí en lo de la edad y me niego a llevar gafas porque quiero verlo todo como lo ven mis ojos (si la vida es borrosa, por algo será). 

Ya sé que no encajo, o mejor dicho no convengo en tu mundo exacto, que todos son buitres y yo un halcón viejo que cojea, que me aburres con tus reproches y me aburren tus martes y jueves y me aburre tu numerito de después, porque a ti te aburren. Pero yo estoy vivo y escribo. Lo demás me importa un carajo, me la suda, ya ves.
Una vez me preguntaste qué tres cosas me llevaría a una isla desierta. No lo dudé ni un segundo: mi coche, papel para el resto de mis días y un pallet repleto de bolis. No razonabas para qué coño quería llevarme el coche a la isla desierta. La contestación es obvia. Para follarme a mis musas en el asiento de atrás y escribir sobre ellas, te dije.
No cabía duda que aquella era una pregunta trampa. Tenías la ilusión de que te incluyera en mi lista para empezar de cero en tu entorno virgen: solos, tú y yo. Pero contigo también vendría el virus de tu pasado, las huellas de todos tus miedos y traumas. Y eso no te gustaba.
Cuando te ofrecen empezar de cero, es mejor no llevar testigos, por si te da por  mentir.
Y me acordé de una cita que dice más o menos: “Lo que importa es la isla, y no el tesoro”. Solo en la isla, sin nadie alrededor, sin traumas, sin ansiedad, sin malos rollos. Porque la gente suele ser el reflejo chungo de su alma.

¿Serías capaz de aguantarte en una isla desierta?


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