jueves, 10 de marzo de 2011

Viajamos, mentimos, engañamos....

Engañamos, algunos más que otros. Mentimos incesablemente para preservar nuestras verdades, para demorar un momento de encuentro con nosotros mismos, para colgar del aire lo que no somos capaces de cargar a nuestras espaldas. Mentimos porque tenemos la ilusión, el anhelo o la esperanza de olvidar algunas realidades, porque es más cómodo vivir una vida fantaseada que la propia. Y a veces, no siempre, sale bien.

Siento que necesito un viaje, uno de esos viajes insólitos. Subir a un avión tembloroso para conocer, re-conocer y mirar, ad-mirar y remirar un mundo que no siempre percibes o alcanzas a comprender. Las nuevas localidades se transforman en decorados de un mañana imaginado, lleno de ilusiones que laten en cualquier sueño, y me protegen del mismo modo que uno descuida sus compromisos y responsabilidades. En un viaje, todo, todo, es posible, la sugestión y el hechizo cogen las riendas del destino y te colocan junto a la simiente de la buena suerte para que uno la recolecte, luego la plante y la cuide. La gente con sus pasaportes, las caras de estos tendrían que estar sonrientes, ya que cada avión brinda una oportunidad única, sea la que sea.

Síp, categóricamente necesito ese viaje. Aunque solo sea de un sueño o un engaño. Lo necesito.

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