jueves, 2 de septiembre de 2010

En la carretera.

Una autovía, eso es la vida. Nacemos, vas acelerando y cuando llegas al final, sales. Eso sí, con más o menos ruido, eso también depende de otras cosas, de muchas cosas. He conocido a gente que pretendían hacer mucho estruendo, se revolucionaban simplemente con acariciar su acelerador.

Gente que salía los martes o miércoles de fiesta para no tener que hacer lo mismo que hacían los demás. Gente que se apuntalaban solos en la barra de un bar y bebían hasta creer ver el alma que se oculta en las cosas. Más tarde te lo contaban como si tal cosa.

Recuerdo que entonces los veía como si fueran una especie de mesías, y también miraba otros objetos como si yo, desdichado de mí, fuera a ver lo mismo que ellos. Incluso alguno decían que la mayoría de nosotros no éramos más que actores mediocres que seguíamos un mismo guión, y nos llamaban pobres infelices a los que seguíamos el mismo patrón desfasado, cortado por el mismo sastre.

Yo empecé a mirarme y comencé a verme cada día un poco más anacrónico. Por eso no bebía, por eso no fumaba, por eso tampoco tonteé con muchas cosas. Aspiraba a ver el final del túnel, ser de esos tipos que son especiales, que ven más allá de la intrínseca belleza que me rodea. Ni qué decir tengo que no lo conseguí, mi empanada mental era excesiva para …., y acabé por dejar de verle.

Pasan los meses y años y este traje que es mi piel cada vez se adapta más a lo que yo espero que sea, me siento bien dentro de él. Pongo carburante a mi vehículo y entro en la autovía sabiendo que puedo acelerar hasta que a mí me dé la gana y parar cuando me convenga.

Ahora muy de vez en cuando no es difícil encontrarse con alguna/o en el mundo virtual o real. Unos con pareja, hijos, casa con piscina y trabajo estable. Otros perdidos con otras almas nocivas en paraísos que otros dejaron atrás, deseando ser como personajes de novela, sin darse cuenta que esos trajes ya están inventados en los manuales de una determinada generación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario