martes, 6 de abril de 2010

Catorce estaciones

Mira tú por dónde me propuse no escribir mientras mi estado de ánimo estuviera por debajo de 3 puntos. Supongo que entre otras cosas, porque me canso de leerme siempre con la misma cantinela. Tampoco es tan malo recordar esos días malos, porque entonces los buenos se paladean más y mejor.

Y visto el éxito, como me da la sensación de que puedo pasarme semanas sin soltar palabra, escribo sin casi saber qué escribir, sin ser capaz de exteriorizar(me) ni vaciar esos vacíos ni sacar la procesión que va (y viene) por dentro ni de llorar cuando nadie mira, ni dormir en silencio ni de contar ovejas (descarriadas) ni de soñar con angelitos. Me han salido agujetas no de reírme sino al reírme, creo que he perdido la costumbre y la he cambiado por esa otra costumbre de levantarme como un zombie y comenzar y terminar el día con pequeñas dosis de ansiedad y con una caraculo con orejas que echa patrás.

No tengo tiempo para pensar pero pienso, pienso y pienso y no acaba de llegar ese click, esa luz, ese empujón, ese bajón o subidón que me encamine, que me enseñe, que me diga dónde está el final de este puto laberinto.

No lo consigo, no encuentro esos momentos en los que a solas conmigo me digo todo a la cara, en los que me sincero y me pongo verde y me ayudo, y me mantengo sobre la cuerda floja en plan funambulista que da traspiés pero nunca cae, aun con los ojos cerrados, tratando de obviar el final del recorrido.

Ahora toca vía crucis con sus catorce estaciones, que para eso acabamos de pasar la semana santa, así que me levantaré tantas y tantas veces como me caiga y estaré conmigo, acompañándome, espero que para no perder la fe ni sentir el miedo a quedarme sin alma.

2 comentarios:

  1. Me encantaaa este también. 1 beso. Martir del Compas

    ResponderEliminar
  2. Hay que guardar siempre un recuerdo de los días malos... porque son los que hacen más valiosos los buenos.

    ;)

    ResponderEliminar