miércoles, 17 de febrero de 2010

Aniversario

Post escrito por Monica Guillen.

Ahora hace un año.

La única vez que me despedí de ti me di la vuelta en la estación de Atocha, te giraste al mismo tiempo y nos sonreímos. De alguna forma supe que no volvería a verte en mucho tiempo.

Hay personas a las que merece la pena conocer aunque sea solo por la alegría que te hacen sentir. Alegría de vivir. Contigo me reía muchísimo, y tenía esa sensación todo el tiempo de sentirme viva. Y es que tu especialidad era conseguir que me sintiera maravillosamente bien en mi piel.

Nunca olvidaré las caras de tonto que me ponías mientras intentaba arreglar unos asuntos por teléfono, ni las cañas que nos tomamos en la plaza Mayor mientras esa luz concentrada de Madrid impactaba en mis ojos, ni lo ocurrente que estabas después de aquellas cañas o lo turbada que me puse con dos o tres miradas que no dejaban duda de cuánto deseabas morderme. Porque otra cosa no, pero me tenías todo el tiempo encendida. Recuerdo pequeños detalles como tu mano agarrándome cuando casi me caigo, te imagine palpándome por encima de la ropa, o tu manera de llamarme “pija”. Nunca me olvidaré de cómo me paraste en el museo del Prado entre risas y miradas como con una complicidad nuestra, ni de la precisión de tus manos agarrándome desde atrás. No podría.

Aquel día se escapo deprisa, al tiempo que hablamos de nosotros y nos contábamos la vida, nos reíamos y a veces creo que nos hacíamos el amor con la mirada. Éramos como animales heridos en aquel Madrid, mientras el sol nos hacía sudar vicio y subíamos y bajábamos por aquellas calles del viejo y rancio Madrid.

Tenías algo dentro que a mí me costaba asimilar. Y lo que es peor, tenías ese algo que tan bien conozco, y que tantas veces detesto, pero que no tengo más remedio que aceptar. Lo he visto muchas veces después de follar, mientras crece algo extraño en el silencio, quizas sea esa forma de desacoplarse después del sexo, esa forma de volver cada uno a lo suyo. No me refiero a la sensación de sentirse sola, sino de esa especie de condición humana de ser egoistas. La gente se siente jodidamente sola y a veces parece que follan solamente para atenuar esa soledad. Pero nunca aprenden a vivir a solas. Y eso sí hace sentirme un poco triste. Pero bueno, salvo esa interrupción, hay que reconocer que supiste sacarme mucha vida en tan poco tiempo y este cuerpo mío te lo agradece.

Estuvimos mucho tiempo llorándonos, recordando cosas que habíamos hecho en nuestras vidas o en otras parecidas, riéndonos y charlando de esto y aquello. Luego llegó ese momento de empezar a despedirse. Siempre he odiado que me den explicaciones, sobre todo cuando yo no las quiero. Te pedí que callaras y que fingieras que volveríamos a vernos cualquier día. Así que salimos a la calle, te acompañe hasta la estación, nos besamos dulce y apasionadamente, despidiéndonos casi sin querer, y me sonreíste como hacías siempre.

Y luego, desapareciste en lo más profundo de la estación y de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario