jueves, 21 de enero de 2010

Qué fácil y sencillo debe ser amarte

El otro día soñé contigo.

Y apareciste tú en lo más profundo de mis sueños, me sonreíste y nos sentamos en el suelo con la espalda apoyada contra la pared de una habitación que más tarde se convertiría en la habitación de una casa llena de niños.

Nos miramos y recuerdo que tuvimos aquella conversación que nos hubiera gustado tener el día que nos conocimos. No puedo explicar nada de ella porque ahora no la recuerdo. Lo único que si tengo presente, aún ahora, despierto y después de varios días, es aquella sensación que me causabas al escucharte. Cómo mi interior se encogía en un ferviente deseo por besarte. Y sé que a ti te pasaba exactamente lo mismo porque callaste y me acercaste tus labios.

No pude besarte. Te acaricié la boca con mis dedos siendo incapaz de profanar el más puro de los deseos.

Qué fácil y sencillo debe ser amarte. No creo que por mi parte tenga que realizar ningún esfuerzo .

Soñé que me despertaba antes que tú y te veía durmiendo, boca abajo, tapada con el edredón hasta la cabeza e imagino tu desnudez, fruto de la búsqueda de placeres nocturnos, me sobrecoge al escena y esos ratoncillos que viven en mi estómago, que no dejaron de alborotar en nuestras primeras citas, vuelven a ponerme la piel de gallina y a llenar mi corazón de calidez.

Qué fácil y sencillo debe ser amarte.

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