jueves, 17 de diciembre de 2009

Me ha gustado leerte.

Siempre me ha gustado leer, recuerdo mis lecturas de pequeño, ciertos tebeos, que leía en las interminables tardes de verano incluidos El Guerreo del Antifaz, El Capitán Trueno, estos pertenecían a un tío mío, q los coleccionaba desde su juventud. De esa misma fecha son las lecturas de los libros de Julio Verne.
Pero sobretodo, recuerdo las carreras al salir del colegio para ir a la biblioteca municipal e intentar pillar uno de los libros de tapa dura de las aventuras de Tintín.

Y así y más hasta hoy, se me amontonaban los libros por mi habitación, por toda la casa y en esa librería que adoro, me cuesta tanto desprenderme de ellos, me encanta el tacto del papel, pasar las hojas, subrayar y escribir en los márgenes, dejar el paso de mis reflexiones en cada uno.

Y ahora también leo en la pantalla, blogs entre otras cosas, me gustan, un estilo, saber que hay una persona detrás de cada uno de ellos, individuales, únicos, genuinos, leer las impresiones de otros sobre infinidad de temas, son los “feedbacks” de algunos que pasan por allí, como viajeros nómadas de un carabasar virtual.

Con unos me he reído mucho, otros me han despertado el deseo, otros esa envidia sana por la capacidad de enlazar palabras y expresar sentimientos complejos.
Recuerdo haber leído posts que podrían haber salido del mismo centro del alma, de mi alma, en los que veo reflejados mi propio pasado o mi presente inmediato y me sorprendo sintiendo una corriente de simpatía, de complicidad frente a las palabras de un desconocido.

Ayer leí un post que inevitablemente me hizo derramar lágrimas, era una historia de amor, sublime, preciosa, con un final triste, la tristeza y la melancolía acompañan siempre irremediablemente esos amores imposibles.

Me ha gustado leerte.

Por eso y por otras cosas no lucharé más, solo me cabe aceptar mi rendición sin victoria, mi cuerpo y sobre todo mi mente me pertenecen. Aunque mi alma necesita cosas que tú ni siquiera imaginaste ni imaginas.

Noche de insomnio en la que siento sobre mí el peso de tantas historias, de nuestras historias, que al final no han servido para nada.
A veces preferiría no sentir tanto, volver a esa simplicidad del ayer, si es que alguna vez fue simple.

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