miércoles, 2 de diciembre de 2009

Un tremendo cansancio

19 de Julio, la escucho con atención. Hago un esfuerzo por vaciar mi mente y dejar fuera el resto del mundo. Ahora no importa nada más, tan sólo sus palabras. Pongo tanto empeño que parece que es la última vez que fuera a oír su voz.

Cada una de sus calculadas palabras es un dardo envenenado. Pero ya no importa. De hecho, ya casi nada importa. Sabía cómo iba a terminar esta conversación incluso mucho antes de empezarla, pero yo, necesitaba oírlo de sus labios, aunque lo haya sabido desde el principio, desde siempre.

He luchado durante meses y mi única recompensa ha sido oír su voz ronca de desprecio y sus ojos rojos de llorar, de rabia, miedo y de impotencia. En realidad, ese es mi único motivo de orgullo, haberle entregado hasta el último latido, con el temor pintado en el rostro y mí esperanza muriéndose en mis ojos.

Ella quiere llorar, pero sólo siente un tremendo cansancio. Supongo que cuando por la noche se mete en la cama, se seca las lágrimas en la funda de la almohada. Sé que al igual que a mí le queda ese regusto amargo en la boca: el sabor de la soledad. Hasta ahora ella pensaba que debería tener algo que ver con el desamor y la frustración, pero se acabara dando cuenta de que lo lleva dentro, como un mal incurable.
Imagen:Reclining Female Nude de Edvard Munch

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